LA BODA
Esa mañana despertó antes de lo normal, por más qué quiso, su descanso no fue como ella
lo necesitaba, cuantas emociones dentro de su ser. En la casa todo el mundo corría de un
lado hacía otro, todo era felicidad y gritos.
Todos los preparativos estaban en pleno apogeo, su madre daba indicaciones a todo el
mundo, el padre lucía un poco triste, había llegado el momento que él no esperaba con
tanto gusto, su niña, su pequeña, ese día tomaría un destino diferente.
Quizás el que ella misma había elegido, y que a él no terminaba por convencer. Había
observado últimamente en ella, una tristeza que están muy lejos de sentir las muchachas
que están a un paso de tan soñado momento.
Sin embargo aceptó la boda con resignación, todo en bien de su hija, la más querida, la
niña consentida, qué, próximamente se convertiría en flamante esposa.
Ella ya despierta, permaneció por largo rato sentada en su cama, sus pensamientos
estaban más que claros, no así sus sentimientos, algo en lo más recóndito de su alma, le
indicaba que ese momento esperado, debía de ser mucho más intenso de lo que ahora
estaba experimentando, sin embargo todo estaba preparado, ya no debían dar marcha
atrás.
Sus ojos se posaron en el inmaculado vestido de novia, tan blanco como indican los
cánones debe de ser la pureza de quien lo lleva puesto, tan blanco como la nieve que
descansa en forma pasiva en lo más alto de las montañas.
El velo, hecho de un tul tan ligero y fino, que al caer sobre el vestido blanco, hacía más
bello todo el conjunto,
sus zapatillas, con un pequeño tacón y un ramito de flores de azar que remataba
delicadamente en el frente, las finas medias de seda transparente, y la ropa interior de
encajes tan sutiles, casi imperceptibles al mismo tacto.
Todo estaba impecable, había sido puesto ahí muy cerca de su lecho virginal. Ahora, no
le parecía tan bello, sus pensamientos estaban tan lejos, como lejos se encontraba quien
poderosamente los llamaba, en esos instantes en que toda su atención tenía que estar en su
arreglo, para lucir esplendida y fresca en su gran día.
El despertar de él, fue algo parecido al de ella, cansado de estar toda la noche dando
vueltas entre la revoltura de las sabanas, sin poder conciliar el sueño, dormitaba en
segundos presa de sus nervios, no alcanzaba a discernir si la decisión tomada había sido la
correcta, lucho tanto por definir la encrucijada que la vida misma le puso en el camino,
sabía a ciencia cierta, y sin temores de equivocación, que la amaba, y que su amor, tal
vez nunca pudiera concretarse, y esa certeza le llegaba en forma dolorosa y sé acizañaba en
todo el torrente de su sangre, dándose cuenta, que había llegado inevitablemente el gran
día de la boda.
Tendría que estar feliz y no lo estaba, retomo nuevamente los poderosos motivos que lo
llevaron a tomar la decisión que él pensaba era la más acertada, la más sensata, la
que les evitaría un sufrimiento mayúsculo, que tal vez no pudieran soportar. Hoy, en esos
instantes, se preguntaba si ella lo sentía tan fuerte como él, ya que todo fue determinado
para que ambos fueran felices por el resto de su vida, sin arrepentimientos y sin penas.
Sus mentes estaban ahora puestas en el amor que se prodigaban, ambos deseaban
fervientemente la paz y la dicha del otro, el decidirse a tomar finalmente el destino que
los marcaría en ese día para siempre, fue el resultado de noches en constante insomnio y
llanto, de penetrar en los ámbitos más recónditos de sus conciencias, de sus mentes, y de
sus corazones, que latían fuertemente cada vez que sus ojos se encontraban, cada
que sus manos se tocaban y cuando se regalaban lindas sensaciones al otorgarse un tierno
beso, ya que los dos estaban totalmente de acuerdo, en que el beso, es la caricia más
sublime del amor, nunca propasaron los limites, todo fue limpio y puro.
Se enamoraron desde el primer día en que se encontraron, aún sabiendo que la lucha por
ese amor, sería encarnizada, más no les importo, estando dentro de su propio mundo de
promesas y murmullos, dentro de los cantos que solo se prodigan los enamorados.
Hoy cada uno en su espacio, pensaba y suplicaba, todo fuera de forma indolente para el
otro, no debían retroceder, todo estaba por llegar a su fin.
Sin más remedio, se levanto y pesadamente se dirigió a tomar un baño de tina, con aceites
aromáticos para que estuviera de lo más tranquila y luciera todo el esplendor de su belleza
femenina. Permitió que el agua tibia y perfumada, recorriera su piel en una suave caricia,
imploraba que esto la apoyara para que nadie se percatara de lo que verdaderamente
estaba sintiendo, para que todo el mundo que hoy tendría puestos sus ojos en ella, la
encontraran radiante de felicidad, ¡qué lejos estaba de sentirse así ¡.
Tomaron cada uno sus propios atuendos y se vistieron lentamente, con resignación cada
uno empezó su arreglo, sin apartar un segundo de su mente, la imagen de su amado.
Él la espera ya en el altar y ella camina hacia él tomada del brazo de su padre, seguida por
toda la familia que irradia la alegría que se siente en momentos tan importantes, él la
observa, y ella lo busca ansiosa, sus ojos se encuentran, y calladamente se gritan todo lo
que sus corazones les dictan en esos momentos, la boda transcurre de forma lenta, de
forma tranquila, por un lado saben que fue lo mejor para ambos, esto les proporciona una
sensación de bienestar, dentro del dolor latente y lacerante de esos momentos, hicieron
todo y sacrificaron todo por su gran amor.
Al llegar la noche, después del alegre convivió, los novios se retiran a su alcoba nupcial,
ella temblando, se despoja finalmente de su atuendo blanco, un llanto suave corre por sus
mejillas, lo deposita en una silla a los pies del lecho, en donde el esposo la espera ansioso
y lleno de amor. Ella, resignadamente entra a las sabanas y dedica el que espera sea el
ultimo pensamiento de esa noche para su amado.
Él, en el mismo momento se despoja de su atuendo, dobla cuidadosamente la sotana que se
tiene que portar en los días de fiesta, y se dispone a orar fervientemente por varias horas,
pidiendo a DIOS perdón, resignación y suplicando que ella sea feliz al lado de su nuevo
esposo, y que él retome nuevamente su servicio y vocación.
Nunca podrán olvidarse, se amaran eternamente en secreto, nadie sabrá nunca lo que paso
esa noche, en el altar y días antes de llegar a él.
Prometieron guardar silencio por el resto de sus vidas.
NOEMI
20-10-2004
10:00 p.m.
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