lunes, 16 de mayo de 2011

¿PARA QUE POETAS?



















¿PARA QUE POETAS EN TIEMPOS DE CRISIS?

Algo así se preguntaba Hölderlin
Arrastrado a la locura por la fugacidad del amor. En el silencio en que engendran su decir, los poetas sirven de mucho y de poco. Mucho porque todo lo que escuche su gran oreja y profiera su voz es letal para la mentira.
Poco porque antes que vestir al desnudo la poesía lo deja en los huesos, en esa, su radiografía del alma. El poeta es un pequeño dios derribado que no cesa de levantarse a cada instante mientras la luz lo fulmina y lo arroja en lo inconmensurable: astro en la sola órbita de aprehensiones y súbitos. La poesía puede ser lo que tú quieras si verdaderamente lo deseas. A veces, como afirmó Juan Sánchez Peláez es “la corsa frágil y el lebrel efímero”. Relumbrón, intensidad instantánea. Con ella “nunca se sabe”, dijo la lechuza. Otras, el caudal del río que ha venido a encontrarnos.
Las más, mar anochecido y turbio que trae en sus rugientes olas un puño de sombras para que les demos palabra a ver si contestan y ciertamente lo hacen desde la ausencia.
Ya no hay laurel para los poetas, se les venera reduciéndolos a la tiranía de los bares y las cantinas, a la dicción dura de las drogas, o se les pervierte con cargos burocráticos y prebendas oficiales para que no molesten y escriban sus versos atrapados en la solemne arquitectura de embajadas y ministerios, con el fuego escapando de sus manos y entristecido humo rondando sus cabezas de volcanes dormidos.
El verdadero poeta estará siempre donde esté la verdad interrogándolo, alerta ante la nombradía del ego y el aplauso.         
ALLEN GINSBERG HOLDERING.                                       


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